A través de la historia humana, conforme nuestra especie ha enfrentado el atemorizante, aterrorizante hecho de que no sabemos quiénes somos o hacia dónde vamos en este océano de caos he aprendido que ni la muerte,
ni la fatalidad, ni la ansiedad, pueden producir la insoportable desesperación que resulta de perder la propia identidad.
Yo no me declaro ni me nombro algo. Me muevo en el lenguaje que no necesita palabras para ser entendido porque se siente, porque revienta por dentro.
Me dan lastima aquellos que intentan ser el reflejo que da un espejo, aquel dominado por la luz.
Pero tan solo llegan al reflejo dado por un charco, desde abajo y poco preciso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario